miércoles, 30 de diciembre de 2009

Memorias de clase Lyotard segunda parte.

Por : Carla Marina Romero.


A partir de este capítulo, se muestra el problema sobre la legitimación del saber entre narrativo y científico. Aquí se observa cómo lo narrativo busca legitimar lo científico, mas este debate se amplía durante esta charla. En la antigüedad, especialmente en la Cultura griega, los diálogos dados en verso (a nivel narrativo) no se consideraban científicos, por lo tanto no legitimaban a la ciencia.

Por primar lo narrativo de lo científico, entonces no daban a conocer ciencia alguna. Pese a la importancia del saber narrativo, el saber científico ocupa un papel predominante por el simple hecho de imponer las reglas en el área de las ciencias. Mas en la actualidad, no se toman las reglas para afianzar algo científico. Se reconoce que el lenguaje no sigue esas reglas y que solo sirven para ser probadas a medios por los cuales se pueden afianzar el saber científico, uno de ellos es el Estado. Mediante el implemento de reglas y leyes regulan a una sociedad. Aquí, se toma el concepto de saber narrativo como legitimador para que legitime autoridades, pero el saber científico actúa en función del Estado.

Una de las instituciones en las cuales se impone el saber científico en demasía es en la institución superior europea y norteamericana, pues creyeron que se produciría un mundo tecnológico el cual deberían dominar. Por ello estos centros le dan importancia a las ciencias técnicas, al aprendizaje de idiomas para la producción y reproducción de capital y a la producción de verdades. Por el contrario, los centros de institución superior latinoamericanos, tal y como la Universidad de Berlin, Alemania, en 1930, se dedica exclusivamente a la reproducción del Idealismo Alemán, es decir, a la producción de justicia, de ciudadanos dignos para el Estado. En estos lugares se prima el ‘saber qué es y qué no es justo’ e implementan en su pensum académico a las ciencias humanísticas.

Cabe aquí destacar que el saber lo posee el pueblo.
A partir de año de 1980 surge un dilema en las universidades. La proliferación de las ciencias, la expansión del capitalismo ha logrado que se privilegien estos saberes, se eliminen los humanísticos-por ende su misión de transmisión del conocimiento- y se forme la universidad postmoderna, producto de la deslegitimación del saber.

Gracias a esta perspectiva, dejan de ser respetados los conocimientos humanísticos –filosofía, literatura, historia…-, dejar de adquirir el saber con el fin de adquirir conocimiento, y dejan de ser útiles, salvo única y exclusivamente para ámbitos operativos. Así hacen rentable a un saber gastado por el hecho de no producir dinero[1].

Por consiguiente las universidades desean eliminar las ciencias humanísticas y se persuade a los jóvenes al estudio de las tecnologías, saberes técnicos como ingenierías o administración de empresas, así como de lengujes para la expansión de los saberes operativos. Aquí se ve el interés de fomentar el juego de ricos, donde, a partir de la revolución industrial, no hay técnica sin riqueza y viceversa, y de esta manera se desea beneficiar el Estado y adquirir el poder. Clara muestra de ello se puede observar en las universidades japonesas (donde se guía a los jóvenes qué deben estudiar, generalmente carreras tecnológicas) y en los pocos referentes existentes para el estudio de las ciencias humanísticas.

Por ejemplo la Escuela de Historia de la Universidad Católica, las facultades de filosofía, y las fusiones de ciertas carreras con otras, como filosofía y teología.
La transmisión del saber dado por las universidades deja de ser un método destinado a formar personas capaces de guiar al Estado, sino una teoría de sistemas en la que se da jugadores que garantizan sus roles.

De acuerdo con este pensamiento, la ciencias humanísticas son necesarias en ciertas sociedades, porque saben lo que es y el por qué existe una sociedad. Sin embargo no son saberes operativos, no venden y se considera como una inversión de dinero sin beneficio alguno. No obstante cabe recordar que sin las ciencias humanísiticas o sociales no se entendería el caminar del resto de las ciencias. Pese a la dependencia de las ciencias técnicas de las humanísticas, los primeros piensan que poseen su propia racionalidad, por ende, es superior a la ciencia social.

Con esta reflexión, cada lado tendrá sus opiniones y sus propias conclusiones. Con todo es necesario destacar lo siguiente: Pese a que Lyotard nos habla de una sociedad postmoderna en la que se prima al saber científico con su propio lenguaje, no habla que el producto de la misma afecta a una sociedad. El debate finalizó con la conclusión que los científicos técnicos no se consideran responsables de los cambios de una sociedad y que, por ello, la batalla ciencias técnicas vs humanistas, por ende, de la legitimación de la ciencia entre el saber narrativo y el científico está perdida, al no existir siquiera consenso alguno.


[1] Para comprender este punto, se comentó brevemente que existen centros europeos donde se ofrece consultoría filosófica.